Mi
nombre es Apollyon. Decidí confesarme porqué la justicia debe ser
perseguida. Yo como buen ciudadano solo espero que la humanidad pueda
procrear buenos actos y llevarlos a cabo. Además debo decir a mi
favor, que debo defender mis derechos, porque Horus ha puesto en duda
la verdad.
Os
contaré todo lo que ocurrió aquella tarde...
Realmente
no soy yo el culpable. Toda la culpa no debe de recaer en mi, porque
no lo merezco, soy una buena persona. Sino que fue suya. Fue todo
obra de Horus. Él muy bien lo sabe. Como todo culpable desea
librarse de su castigo o por lo menos tener otra partida ganada y
jugar con las cosas que vosotros desconocéis y lo único que quiere
es liberarse desmesuradamente de su culpa o por lo menos mantenerla
compartida, pero eso si, sobretodo una partida más ganada, abriendo
puertas para que otro pueda ser castigado y al mismo tiempo compartir
y cumpliendo su condena. El solo intenta engañaros a todos y que
creáis ciegamente en su verosimilitud. Respecto a mi, Horus, siempre
me ha tenido envidia.
Yo,
prometo decir toda la verdad y solo la verdad.
La
señora María siempre ha sido una mujer muy agraciada y aceptable a
la vez, a pesar de acarrear varios años acumulados de un exceso de
despecho en su rostro. Sus labios se mantenían intactos, aún no
habían perdido su color crema cuando la encontré, aún parecían
más desgastados por el paso de los años y de haber sido tan
besados. Su cabello había cambiado, parecía dar la sensación de
que habían sido fragmentados por las manos de un bestia. Su piel ya
no era tan fresca y daba la sensación de que era un montón de hojas
caducas juntas. Por un momento creí que necesitaba llevarla a la
ducha, para que su piel se pusiera en contacto con el agua y se
desvaneciera todo ese montón de piel engruñada y ese color tan
rojizo. Su mirada me trajo un recuerdo de cuando era niño, un árbol
que estaba plantado en el patio de mi casa. ¡Adoraba aquel sauce!
Pero a pesar de mis recuerdos de niño, seguía teniendo la misma
mirada bondadosa, digna de confianza y de fácil dominio. Solía
confiarse mucho de la gente y parecía desconocer completamente el
mundo que la rodeaba.
Aquella
misma tarde yo estaba sentado en una silla amarilla que encontré en
el desván. Estaba algo vieja, no había perdido su color pero aún
era digna de ser útil y utilizarla aunque la madera pareciera estar
más muerta que el año pasado. Me senté y aún encajaba en ella. Me
bebí mi té tranquilamente y mi compañero el silencio se quedo un
momento a hacerme compañía y me ayudo a callar los ruidos que me
atormentaban. Y antes de acabarme el último
trago inminentemente escuche unas gotas caer, de esas que
lloran los grifos, que te llegan a irritar.
De
repente me impulse para atrás con la intensión de mover mi silla
amarilla y esconderla debajo del escritorio, me levante angustiado y
me dirigí a la pared. Sabía que algo ocurría. De pronto oí
rechinar las patas de la silla, me asuste y me aleje inmediatamente
de la pared, huí de ella como si la vida me fuera en ello. Fue
entonces cuando desvié mi mirada de la pared y mire hacia la silla,
no había pasado nada, la silla seguía intacta y la madera estaba
más muerta que nunca con su tono amarillo desgastado, como si con un
cuchillo le hubiera ido quitando la pintura que le hacia bella. Horus
aún no había llegado a su casa, así que no pude entregarle su
regalo. Tenía el presentimiento de que algo pasaba con María. De
pronto la taquicardia comenzó a disminuir. Pero la angustia y el
miedo no se consumían dentro de mi, seguían allí. Por lo tanto
tuve que ponerle remedio, busque la mejor manera para sentirme seguro
y cerré todas las ventanas y las puertas...
Sabía
perfectamente que mi silla amarilla no podía permanecer conmigo ya
que podría acarrearme muchos problemas. Su madera estaba muerta. Y
como obra de caridad y aprecio, por lo que Horus había hecho hace
años, decidí regalársela, con una nota que decía: “Así lo
quiere ella.”
Horus,
siempre la quiso y siempre le gustó mucho, pero nunca me lo dijo.
Fue
entonces cuando decidí pensar en lo que le diría y lo que él iba a
decirme, quería que todo fuera perfecto y me saliera redondo. Pensé
que iba a disfrutarla, aunque su madera estuviera muerta, como yo la
disfrute con la madera viva. Sabía que él la quería y también
llegue a pensar que la silla le pertenecía. Me quede esperando su
respuesta para disfrutarlo, como tu también lo hubieras hecho...
Después
de unos minutos vi varios coches patrullas y creí que sucedía algo,
fue entonces cuando le encontré en su casa con María muerta.
Inmediatamente lo pensé y era muy obvio, no había sido un
accidente, había acabado con su vida.
Repito
otra vez, que yo no tengo nada que ver con lo sucedido. Yo nunca
hubiera hecho algo que María no quisiera. Horus solo quiere ganar
una partida más.
Pero
aún nadie sabe que se esconde y se deja persuadir por lo que dice
Horus...
¿Y
tú... aún no lo sabes?
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