viernes, 11 de mayo de 2012

ENCUBRIMIENTO

Mi nombre es Apollyon. Decidí confesarme porqué la justicia debe ser perseguida. Yo como buen ciudadano solo espero que la humanidad pueda procrear buenos actos y llevarlos a cabo. Además debo decir a mi favor, que debo defender mis derechos, porque Horus ha puesto en duda la verdad.
Os contaré todo lo que ocurrió aquella tarde...

Realmente no soy yo el culpable. Toda la culpa no debe de recaer en mi, porque no lo merezco, soy una buena persona. Sino que fue suya. Fue todo obra de Horus. Él muy bien lo sabe. Como todo culpable desea librarse de su castigo o por lo menos tener otra partida ganada y jugar con las cosas que vosotros desconocéis y lo único que quiere es liberarse desmesuradamente de su culpa o por lo menos mantenerla compartida, pero eso si, sobretodo una partida más ganada, abriendo puertas para que otro pueda ser castigado y al mismo tiempo compartir y cumpliendo su condena. El solo intenta engañaros a todos y que creáis ciegamente en su verosimilitud. Respecto a mi, Horus, siempre me ha tenido envidia.
Yo, prometo decir toda la verdad y solo la verdad.
La señora María siempre ha sido una mujer muy agraciada y aceptable a la vez, a pesar de acarrear varios años acumulados de un exceso de despecho en su rostro. Sus labios se mantenían intactos, aún no habían perdido su color crema cuando la encontré, aún parecían más desgastados por el paso de los años y de haber sido tan besados. Su cabello había cambiado, parecía dar la sensación de que habían sido fragmentados por las manos de un bestia. Su piel ya no era tan fresca y daba la sensación de que era un montón de hojas caducas juntas. Por un momento creí que necesitaba llevarla a la ducha, para que su piel se pusiera en contacto con el agua y se desvaneciera todo ese montón de piel engruñada y ese color tan rojizo. Su mirada me trajo un recuerdo de cuando era niño, un árbol que estaba plantado en el patio de mi casa. ¡Adoraba aquel sauce! Pero a pesar de mis recuerdos de niño, seguía teniendo la misma mirada bondadosa, digna de confianza y de fácil dominio. Solía confiarse mucho de la gente y parecía desconocer completamente el mundo que la rodeaba.

Aquella misma tarde yo estaba sentado en una silla amarilla que encontré en el desván. Estaba algo vieja, no había perdido su color pero aún era digna de ser útil y utilizarla aunque la madera pareciera estar más muerta que el año pasado. Me senté y aún encajaba en ella. Me bebí mi té tranquilamente y mi compañero el silencio se quedo un momento a hacerme compañía y me ayudo a callar los ruidos que me atormentaban. Y antes de acabarme el último trago inminentemente escuche unas gotas caer, de esas que lloran los grifos, que te llegan a irritar.
De repente me impulse para atrás con la intensión de mover mi silla amarilla y esconderla debajo del escritorio, me levante angustiado y me dirigí a la pared. Sabía que algo ocurría. De pronto oí rechinar las patas de la silla, me asuste y me aleje inmediatamente de la pared, huí de ella como si la vida me fuera en ello. Fue entonces cuando desvié mi mirada de la pared y mire hacia la silla, no había pasado nada, la silla seguía intacta y la madera estaba más muerta que nunca con su tono amarillo desgastado, como si con un cuchillo le hubiera ido quitando la pintura que le hacia bella. Horus aún no había llegado a su casa, así que no pude entregarle su regalo. Tenía el presentimiento de que algo pasaba con María. De pronto la taquicardia comenzó a disminuir. Pero la angustia y el miedo no se consumían dentro de mi, seguían allí. Por lo tanto tuve que ponerle remedio, busque la mejor manera para sentirme seguro y cerré todas las ventanas y las puertas...

Sabía perfectamente que mi silla amarilla no podía permanecer conmigo ya que podría acarrearme muchos problemas. Su madera estaba muerta. Y como obra de caridad y aprecio, por lo que Horus había hecho hace años, decidí regalársela, con una nota que decía: “Así lo quiere ella.”
Horus, siempre la quiso y siempre le gustó mucho, pero nunca me lo dijo.
Fue entonces cuando decidí pensar en lo que le diría y lo que él iba a decirme, quería que todo fuera perfecto y me saliera redondo. Pensé que iba a disfrutarla, aunque su madera estuviera muerta, como yo la disfrute con la madera viva. Sabía que él la quería y también llegue a pensar que la silla le pertenecía. Me quede esperando su respuesta para disfrutarlo, como tu también lo hubieras hecho...

Después de unos minutos vi varios coches patrullas y creí que sucedía algo, fue entonces cuando le encontré en su casa con María muerta. Inmediatamente lo pensé y era muy obvio, no había sido un accidente, había acabado con su vida.
Repito otra vez, que yo no tengo nada que ver con lo sucedido. Yo nunca hubiera hecho algo que María no quisiera. Horus solo quiere ganar una partida más.
Pero aún nadie sabe que se esconde y se deja persuadir por lo que dice Horus...
¿Y tú... aún no lo sabes?




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