Querida madre:
Quisiera explicarte
con sinceras palabras, todo lo que me ha pasado y que me ha hecho pensar en ti.
Durante este tiempo, la distancia ha sido un reto duro e insoportable. Pero mis
palabras no son para llenarte de pena, sino para explicarte mi largo viaje, mis
sentimientos y mis miedos.
Con los ojos bien
abiertos, vi cómo volaban los vencejos, arriba, en el cielo. No es que
entendiera demasiado sobre este tema, pero pensé que quizá eso sería una señal
de que faltaba poco para llega a tierra firme. De repente, estábamos tan cerca
de tierra firme, que vi bajar el capitán. Más tarde, cuando todo el mundo lo
estaba escuchando, yo intentaba esconder los nervios, mientras él terminaba el
discurso. En aquel momento no sabía que pensar, ni que tendría que hacer. Pero
en ningún momento olvidé que tenía que ser valiente, que la suerte de la gente
del mundo dependía de mí y de mis compañeros. Ya en la cubierta, todo el mundo,
creyente o no, intentaba aferrarse a cualquier religión. Pidiendo a Dios, una y
otra vez, salir de esta sano y salvo. No puedo contradecir que yo también le
rogaba a dios una y otra vez. En determinados momentos pensaba qué pasaría si
todo saliera mal. ¿Qué pasaría si una bala enemiga cruzara el viento y me
atraviesas el cerebro? Aquí sería el final de mis pensamientos y de mis
palabras? Sin embargo, las olas me arrastraría al fondo, con miles de soldados
que me acompañaban en mi muerte, con miles de peces luchando para poder devorarse
la carne de mis compañeros e incluso la mía. Pensé tantas cosas... Más tarde,
pensé desesperadamente que cuando nadie me viera, me esconderia.
De todos modos, la gente siempre miraba. Hasta
que el barco se detuvo y es cuando sentí un nudo en la garganta. Ya era el
momento. Las compuertas se abrieron, y en un segundo miles de soldaditos fueron
hundidos en el mar, dejando el rastro de la sangre. Algunos continuaban
disparando al infinito y otros cargaban sus armas mientras insultaban al
enemigo. Yo era uno de esos algunos que disparaban hasta que llegara al
enemigo. Entre bomba y bomba todo iba bastante bien, pero de repente cayó una
bomba a mi lado. Primero piensas "qué suerte que he tenido" pero
después sientes un dolor extraño en la espalda, un dolor jamás experimentado. Y
en tocarme la espalda con todo el brazo y las manos, lo vi manchado de sangre.
Vigilando mucho, girando la cabeza a ambos lados, me senté en la arena, detrás
de una roca y descansé, esperando a que llegará algún médico. Y tranquilizándome
pensando en las cosas que haría si saliera de esto. Para empezar iría bien
vestido donde estás tú, y te pediría perdón por haberte tratado siempre así. Y
para terminar tendría un hijo con Margarita, que la amo más de lo que me quiero
a mí. Pero mis palabras se acaban aquí. Por ello con simples letras te pido
perdón. Y me quedo con la duda si algún día nos volveremos a ver en otra vida.
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