Rocio Soto Arroyo
Relatos
Salió inmediatamente de su casa para dirigirse hacía el parque como todo los Sábados. Como de costumbre antes de dirigirse al parque decidió ir en buscar el diario del día. Pero esa mañana todo estaba diferente, distinto a otros días. Porque ni un solo grupo de niños jugando, no habían coches en la calle, nada de nada. Extraño pensó que a lo mejor era domingo, pero al igual los domingos también hay mucho movimiento en la calle. Pero dejo de lado ese pequeño detalle, porque al fin y al cabo el quería leer su diario en el parque como todas las mañanas.
Siempre se habían oído rumores de este pequeño individuo, rumores no muy buenos sobre su carácter. Se había oído hablar que era una persona muy tacaña y muy grosera. Pero no se hasta que punto es cierto lo que se comentan.
Esa misma mañana al recoger el diario el hombre de la tienda como hacia habitualmente lo atendió muy bien. Cuando llego al parque encontró todo normal, montones de niños jugaban en los columpios, toboganes etc
El siempre se llevaba un pedazo de pan para dárselos a los pajaritos del parque. Ese mismo día se fijó en los niños y le recordó una época de su niñez que el siempre había considerado injusta y cruel por parte de los otros niños. Estaba sentado en el banco sin decir nada, sin leer el diario, concentrado viendo a los niños. Vio como un pandilla de niños estaban jugando tranquilamente con otro niño mas jovencito. Pero de repente la tranquilidad no se sostuvo todo el tiempo en que el hombre estuvo allí. Y en eso vio como los niños insultaban e intentaban contradecir que el pobre niño se fuera de alli. Lo que sus ojos le pareció ver es que eran todos amigos, pero no resulto ser cierto.
Entonces decidió acercarse, y pregunto:
- ¿Qué es lo que ocurre aquí?
- Nada que le importe. – respondió inmediatamente uno de los niños de la pandilla.
Al hombre le resulto de muy mal gusto lo que le contesto, como trataban al niño y su manera de tratar con una persona mayor, sin respeto ninguno.
- Escúcheme joven. ¿Alguna vez a estado en el lugar de este niño?
- No, ni quisiera estarlo. -Contesto con aires de presumido.
- Todavía no consigo entender porque los niños son tan crueles, si nosotros somos todos iguales, con pequeñas diferencias en nuestro comportamiento, en maneras de hacer las cosas. Pero en el fondo son todos ustedes niños, ¿porque tiene que haber discriminación con este niño que acaba de llegar del extranjero? Es mi vecino y resulta ser mucho mas simpático y agradable que todos ustedes que están aquí presente. No el hecho de que sea de otro país nos indique tener que despreciarlo al contrario tendríamos que ver las cosas positivas de la amistad que podríamos tener con él. Aprender de muchas cosas que sabe, de su país, de el colegio como era allí, la manera en que jugaba allí..
Los niños inmediatamente cambiaron de parecer y vieron que el hombre que resultaba ser un tacaño y grosero era mucho más sabio que las personas de su barrio que comentan sin conocer a las personas ni mostrar interés por querer conocerlas. Al fin y al cabo es cierto lo que dice el hombre todos nosotros somos iguales, no hay diferencias, tan solo unas pequeñas.
Rocio Soto Arroyo
RELATOS
Ese era Juan un hombre de campo en aquella época, un leñador muy humilde y agradable con todo el mundo. Una noche se despertó para ir al campo, se tumbo en el suelo debajo de un árbol y empezó a observar las estrellas. Se sentía muy solo y desdichado. Veía pasar como un flash back las épocas en las que era joven. Se arrepentía de no haber formado una familia. Ahora estaría acompañado por su esposa, tendría quizás hasta nietos.
Y dentro de su cabeza empezó a pensar en aquellas épocas de joven, en las que estuvo completamente casi toda su vida dedicándose a su trabajo y nunca tomándose un respiro o el hecho de pensar que me apetece hacer hoy.
Ahora podría estar cenando con su familia bajo la luna. En ese mismo instante un pescador que le apasionaba su trabajo y se quedaba horas y horas en el riachuelo de por allí cerca pescando, paso por delante de Juan.
-Hola, hacia tiempo que no te veía por aquí, por lo que siempre te has dedicado tanto a tu trabajo que casi ni se te veía. – dijo el pescador.
-Hola, Joaquín. La verdad que si que hacia tiempo que no te veía. –dijo Juan con un suspiro muy profundo.
El pescador se sentó al lado de su amigo de la infancia y empezaron a hablar de sus tiempos de niños. El leñador le empezó a explicar de lo arrepentido que estaba de no haber formado una familia, de no haberse tomado un respiro para decidir que es lo que le gusta hacer o lo que quiere hacer en lo largo de su vida. Pero comenta que ya esta muy viejo y que si pudiera volvería al tiempo atrás para salvar todos sus deseos.
El pescador no dijo nada al respeto, se quedo pensativo y quieto durante un largo tiempo y después le cambio de tema. No sabia como animar a su amigo.
-Juan, puedes tener en cuenta que no estas tan solo, porque nosotros somos amigos desde hace muchísimo tiempo y yo te aprecio muchísimo como si fueras mi hermano. – le dijo el pescador con mucho entusiasmo.
En ese momento Juan se quedo pensativo y pensó que sí, que era muy cierto lo que le decía su amigo. En sus épocas trabajo porque quiso y porque le gustaba. Y si había tenido el apoyo moral de su mayor amigo.
En ese momento Juan cambio de parecer y también cambio de humor muy repentinamente. Desde ese día creyó que el nosotros no es tan solo una familia aunque sea muy importante, porque también contamos con una persona si tenemos suerte, al que llamamos mejor amigo.
RELATOS
Recuerdo muy bien esas tardes de otoño de los años cuarenta en las que yo era un joven apasionado por la música. Me gustaba mucho tocar el saxo en una cantina que había cerca de mi casa. Mi padre nunca estuvo de acuerdo en que tocara en esos bares, donde corría un riesgo horrible, temía que me pasara alguna cosa y que nunca más me volviera a ver. Pero de lo que se hablaba fuera del bar eran muchos rumores desagradables. La gente hablaba más de la cuenta sin ni siquiera haber estado un día en ese bar. Para mi estar en ese bar era olvidarme de mis problemas, mis malos recuerdos, en una sola palabra despejarme. A mi tocar en ese bar me hacia bien. Siempre al salir de allí me sentía muy bien y la gente que habitualmente iba eran muy simpáticos y ante todo les gustaba ir a oír mi música. Jamás me di cuenta para quien tocaba, sabia que era mucha gente mayor que yo, pero jamás fui capaz de ver el más allá. Jamás la vi a ella. Ella nunca se perdía ni un solo concierto de los que daba con mi saxo. Un día se me acerco, era preciosa. Seguramente estaréis pensando que os hablo de una chica bellísima de mi edad de la cuál me enamore, pero no es así. Se trataba de mi madre. En aquella época estaba muy mal mirado que una mujer se olvidara de los hijos y se quedaran a cargo del padre. Pero yo siempre me había preguntado por ella. ¿Y porque nos dejó? ¿Por qué nunca volvió? ¿Qué fue de ella?
Ella nunca fue capaz de contestarme estas preguntas, pero lo único que me importo fue que estuviera de vuelta. Mi padre no estuvo de acuerdo en que pasara tiempo con mi madre, porque creía que no se lo merecía. Que durante mucho tiempo se olvido de mí y de él, se fue y nunca volvió ni dio ninguna explicación. Tampoco estuvo de acuerdo en que fuera a tocar, el quería que me dedicara al campo como lo hacía él. Pero a mi no me gustaba hacer eso, es más siempre que estaba en el campo se me venían a la cabeza un montón de melodías. E imaginaba que tocaba el saxo.
Mi padre siempre había creído que era perder el tiempo, pero yo siempre había creído que era un arte.
Y nunca era capaz de reconocerlo ni cuándo me hice famoso por toda la ciudad. Al final mi padre dejo de ser tan orgulloso para una de las cosas más importantes e hizo que nosotros la familia estuviera de nuevo unida. Para mi que estuviéramos todos nosotros unidos de nuevo era lo más importante. Y seguro que para todos los niños de cualquier generación les pasa lo mismo.
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