Esta carta no esperó que sea leída por alguien o que signifique algo o de respuesta sobre mi pasado. Tan solo es un desahogo.
Todo sucedió muy deprisa, tanto que casi ni me di cuenta, en su momento no lo interpretaba con la misma angustia que sufría mi madre en aquel momento, pero con el paso del tiempo ha estado rondando por mi cabeza una y otra vez, sin entender por cuál motivo. Y si ciertamente era culpa mía y si tengo muy claro que se esconde en mi pasado. Al haber ido creciendo, he aprendido más del mundo que me rodea y este planteamiento ronda por mi cabeza una y otra vez, tan sucesivamente que llega a agobiarme y angustia mi pasado y mi presente. No es que fuera una irresponsable o no me importará Ángela, sencillamente no entendía el mundo que me rodeaba y no entendía muy bien que sucedía en aquel momento, no creía darle mucha importancia, porque no me daba cuenta de la gravedad del asunto, hasta hoy. Ciertamente puedo afirmar que en aquellos años, Lucero, me parecía una buena persona. Porqué, desde mi punto de vista, sus palabras parecían no estar llenas de ironía y mucho menos que las soltara con tanta mala uva, tan solo, me parecía un hombre un poco arrogante y soberbio, por su forma de contestarme y su forma de comportarse. Pero en el fondo, creía que era un hombre normal y que se comportaba así, debido a que su hijo había fallecido hace muchísimos años. Tenía la costumbre de ir a la hora de la salida de mi colegio, y a veces regalaba caramelos a las niñas.
Recuerdo que todas las tardes, tenía que esperarme sentada en el banquillo del colegio a esperar a que llegará mamá. Ángela, como era mayor que yo, siempre se iba por su cuenta y creía mandarse sola, por lo tanto, jamás esperaba a que llegará mamá. Cuando desaparecía, no solía aparecer hasta pasar varios días. Pero a decir verdad, a mamá tampoco le angustiaba mucho que Ángela rondara sola por aquellas calles tan solitarias e insípidas. Ángela tampoco quería que me fuera con ella. Por lo tanto, al ser yo tan pequeña, era como una obligación pasar a recogerme todas las tardes de lunes a viernes. Y desde que soy conciente, nunca he visto a mi padre, ni creo recordarle, pero tampoco sé quién fue o es. No recuerdo la profesión de mamá y tampoco creo recordar si alguna vez me lo dijo, pero a veces solía llegar más tarde de lo debido. Mientras me aburría me pasaba las horas sentada en el banquillo mirando una pequeña ventana que se encontraba casi tocando el techo, imaginando que se encontraría detrás de aquella ventana. Se me hacía muy pesado tener que esperarla allí, en aquel colegio tan siniestro.
Por las tardes de invierno a la hora que tenía que esperarla, ya no había nadie, ni siquiera el conserje. Rara vez podía ver rondar por allí a Lucero y eso me incomodaba un poco, pero más el encontrarme tan sola. Todo estaba siempre muy oscuro, pero siempre podías ver la luz del alba como traspasaba aquella ventana, con un espejo bastante grueso de cristal, que podías estar seguro de gritar que nadie te oiría, salvo tu mismo.
Una tarde me encontré con Lucero, que rondaba por allí cerca. Se acercó a las grandes puertas de cristal y con un simple toque, golpeó el vidrio y me hizo una seña, que inmediatamente la entendí y me dirigí afuera para ver que era lo que quería. No me dijo nada, porque en el momento que salí, desapareció. Me entretuve buscándole porque pensé que quería algo, pero no le encontré.
A partir de un día, no recuerdo muy bien cuál era, vi que mi madre comenzaba a angustiarse y estaba de los nervios, porque hacia días que no veía a Ángela volver a casa. Yo, como cada día, la seguía esperando en el banquillo. Hasta que un día, al acabar la clase, bajé lentamente las escaleras porque me sobraba mucho el tiempo, hasta que se hiciera la hora aproximada a la que mamá llegaría para recogerme y volver a casa. Más tarde me entretuve jugando en el patio y luego comenzó a refrescar, e inmediatamente entré al colegio por las puertas de cristal. Recuerdo que entré cantando una canción. Mantenía la mirada en el suelo, de repente se me desvió al oír la misma canción desprendida de sus labios, como quien te susurra un secreto al oído, para que nadie más le oiga, solo tú. Le vi sentado en el banquillo mirando la ventana, como solía hacer yo, fue entonces cuando me impacto verle allí y me acerque a él y él me miró con una sonrisa bastante burlona. Fue entonces cuándo me sentí como quién se enfrenta al oscuro poder y a la insolvente justicia que no se ha resuelto. Y sin pensarlo, le pregunté, sin apartar mí mirada de la suya.
- ¿A dónde escondes a Ángela?
Y el me respondió: Yo no le he hecho nada, ella no se encuentra aquí porqué no quiere estar aquí. Mía es la venganza, yo castigaré.