lunes, 31 de octubre de 2011

Carta 5

Querida Margaret:

Quisiera explicarte mi largo viaje, mis dudas, mis celos y mis sentimientos respecto a todo lo que me ha ido ocurriendo en la vida y todo lo que me perderé de ti. No es que yo haya sido el más afable o mi vida haya sido la más interesante.

Verás, mi viaje comenzó en 17 de marzo de 1914. Mirar hacia arriba, ver los pájaros volar libremente, revoloteaban mis ganas de huir. No es que yo haya sido el hombre más valiente, pero tampoco el más cobarde. Pero debo de reconocer que tenía mucho miedo. Especialmente ir para morir. Temía no volverte a ver y me irritaba pensar que encontrarías un sustituto, pero de todos modos sería lo mejor para ti, porque yo no podré estar allí, para cuidar de ti. Créeme que me hubiera gustado estar cuándo más me necesitabas. Debo admitir que cuándo vi los pájaros por primera vez, se me subió un miedo desmesurado. No es que entendiera mucho, pero eso debería querer decir que ya estábamos cerca. Podías oír a muchos cantar, especialmente a los jóvenes que no sabían a que se enfrontaban. Algunos reían, otros rezaban para librarse de está y otros, como yo, arrastrábamos mucha pena. Aún recuerdo un joven de pelo castaño y de ojos negros, como dos escarabajos. Qué me pregunto: ¿Por qué arrastraba tanta pena?
Recuerdo haberle dicho que no era por madre, ni por padre sino por una muchachita que había dejado en tierra.
Hasta que por fin bajo el capitán, para dar las instrucciones. Repitiéndonos una y otra vez que fuéramos prudentes a la hora de actuar. Mientras acariciaba mi fusil intentaba prepararme y convérseme que todo saldría bien y que volvería a verte. Era imposible dejar de pensar por un momento, mis pensamientos ahogaban más mis penas y sentía una angustia y desesperación por alejarme de allí, pensando que esos no eran mis problemas. Pensaba una y otra vez, que era una estupidez pelearse por un trozo de tierra o combatir con individuos de un color distinto. Al fin y al cabo todos somos iguales, todos sentimos lo mismo y no estaremos aquí toda la vida. Las colinas cada vez crecían más, eso significaba que ya estábamos apunto de  llegar. Cuándo de pronto, desprevenidamente comenzaron a caer bombas. Millones de soldados intentando huir para no resultar heridos. De pronto el mar tan azul, lleno de peces, se convirtió en un mar rojo lleno de soldaditos, arrastrados por la corriente. Todo, dentro de lo posible, me parecía ir un poco bien. Aún seguía con vida. Hasta que de pronto sentí un extraño dolor, y al tocarme me di cuenta que estaba herido. Me escondí detrás de una roca, porque sabía que el médico no llegaría, pero si alguien llegará esperaría que recogiera está carta y te la entregará en mi nombre. Para ti con mucho cariño, que mereces saber la verdad. Está carta es para cuando aprendas a leerla. Que tengas un recuerdo mínimo de mí. Cuándo está carta esté en tus manos, quiero que sepas que te quiero y que habrías sido lo más importante en mi vida, así como yo te di la vida. Qué me habría puesto celoso, preguntándote una y otra vez: ¿Cómo es él?
Si te trata bien, que te abrigues al salir, que te portes bien y que hagas las cosas porque tu lo deseas así y no que te influyan los comentarios de montones de cuentistas.
Que no me esperes toda tu vida, por qué no volveré. Y que disfrutes la vida, como si hoy fuera la última vez.



No hay comentarios:

Publicar un comentario