lunes, 31 de octubre de 2011

Poema

A la izquierda del roble


No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fan ticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico

vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube a resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.

        
                                                Mario Benedetti


Poema

LA GUERRA


La guerra tiene labios azulados,
ojos de soledad, carne de frío,
campos de noche eterna, gesto airado,
inviernos sin otoño y sin estío,
la guerra...
tiene niños asombrados,
manitas de miseria y extravío,
cierzos que cortan vidas y sembrados,
grises atardeceres, sol sombrío,
la guerra...
tiene dientes afilados,
cuchillos de acerado desafío,
boquitas de hambre triste y rostro helado,
inmensa podredumbre hacia el vacío,
la guerra...
tiene el ceño ensangrentado,
harapos y negrura de atavío,
alaridos sin nombre y sin soldado,
desbordadas las venas, turbios ríos.

La guerra...,
sal en la herida abierta de la tierra

                             

                                                 Antonia Álvarez Álvarez




Canción

Lara fabian- wind beneath my wings

It must have been cold there in my shadow, 
to never have sunlight on your face. 
You were content to let me shine, that's your way, 
you always walked a step behind. 

So I was the one with all the glory, 
while you were the one with all the strength. 
A beautiful face without a name for so long, 
a beautiful smile to hide the pain. 

Chorus:
Did you ever know that you're my hero, 
and everything I would like to be? 
I can fly higher than an eagle, 
'cause you are the wind beneath my wings. 

It might have appeared to go unnoticed, 
but I've got it all here in my heart.
I want you to know I know the truth, of course I know it,
I would be nothing with out you. 

Chorus:
Did you ever know that you're my hero, 
and everything I would like to be? 
I can fly higher than an eagle, 
'cause you are the wind beneath my wings. 

Fly, fly, fly away, 
you let me fly so high. 
Oh, fly; fly, 
so high against the sky, so high I almost touch the sky. 
Thank you, thank you, thank God for you, 
the wind beneath my wings.






Canción

Joaquín Sabina- 19 días y 500 noches

Lo nuestro duró
lo que duran dos peces de hielo
en un güisqui on the rocks,
en vez de fingir,
o, estrellarme una copa de celos,
le dio por reír.
De pronto me vi,
como un perro de nadie,
ladrando, a las puertas del cielo.
Me dejó un neceser con agravios,
la miel en los labios
y escarcha en el pelo.
Tenían razón
mis amantes
en eso de que, antes,
el malo era yo,
con una excepción:
esta vez,
yo quería quererla querer
y ella no.
Así que se fue,
me dejó el corazón
en los huesos
y yo de rodillas.
Desde el taxi,
y, haciendo un exceso,
me tiró dos besos...
uno por mejilla.
Y regresé
a la maldición 
del cajón sin su ropa,
a la perdición
de los bares de copas,
a las cenicientas
de saldo y esquina,
y, por esas ventas
del fino Laina,
pagando las cuentas
de gente sin alma
que pierde la calma
con la cocaína,
volviéndome loco,
derrochando
la bolsa y la vida
la fuí, poco a poco,
dando por perdida.
Y eso que yo,
paro no agobiar con
flores a María,
para no asediarla
con mi antología
de sábanas frías
y alcobas vacías,
para no comprarla
con bisutería,
ni ser el fantoche 
que va, en romería,
con la cofradía
del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender 
a olvidarla, diecinueve días
y quinientas noches.
Dijo hola y adiós,
y, el portazo, sonó
como un signo de interrogación,
sospecho que, así,
se vengaba, a través del olvido,
Cupido de mi.
No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa...
siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga
y la falda muy corta.
Me abandonó,
como se abandonan
los zapatos viejos,
destrozó el cristal
de mis gafas de lejos,
sacó del espejo
su vivo retrato,
y, fui, tan torero,
por los callejones
del juego y el vino,
que, ayer, el portero,
me echó del casino
de Torrelodones.
Qué pena tan grande,
negaría el Santo Sacramento,
en el mismo momento
que ella me lo mande.
Y eso que yo,
paro no agobiar con
flores a María,
para no asediarla
con mi antología
de sábanas frías
y alcobas vacías,
para no comprarla
con bisutería,
ni ser el fantoche 
que va, en romería,
con la cofradía
del Santo Reproche,
tanto la quería,
que, tardé, en aprender 
a olvidarla, diecinueve días
y quinientas noches.
Y regresé...etc.



Carta 5

Querida Margaret:

Quisiera explicarte mi largo viaje, mis dudas, mis celos y mis sentimientos respecto a todo lo que me ha ido ocurriendo en la vida y todo lo que me perderé de ti. No es que yo haya sido el más afable o mi vida haya sido la más interesante.

Verás, mi viaje comenzó en 17 de marzo de 1914. Mirar hacia arriba, ver los pájaros volar libremente, revoloteaban mis ganas de huir. No es que yo haya sido el hombre más valiente, pero tampoco el más cobarde. Pero debo de reconocer que tenía mucho miedo. Especialmente ir para morir. Temía no volverte a ver y me irritaba pensar que encontrarías un sustituto, pero de todos modos sería lo mejor para ti, porque yo no podré estar allí, para cuidar de ti. Créeme que me hubiera gustado estar cuándo más me necesitabas. Debo admitir que cuándo vi los pájaros por primera vez, se me subió un miedo desmesurado. No es que entendiera mucho, pero eso debería querer decir que ya estábamos cerca. Podías oír a muchos cantar, especialmente a los jóvenes que no sabían a que se enfrontaban. Algunos reían, otros rezaban para librarse de está y otros, como yo, arrastrábamos mucha pena. Aún recuerdo un joven de pelo castaño y de ojos negros, como dos escarabajos. Qué me pregunto: ¿Por qué arrastraba tanta pena?
Recuerdo haberle dicho que no era por madre, ni por padre sino por una muchachita que había dejado en tierra.
Hasta que por fin bajo el capitán, para dar las instrucciones. Repitiéndonos una y otra vez que fuéramos prudentes a la hora de actuar. Mientras acariciaba mi fusil intentaba prepararme y convérseme que todo saldría bien y que volvería a verte. Era imposible dejar de pensar por un momento, mis pensamientos ahogaban más mis penas y sentía una angustia y desesperación por alejarme de allí, pensando que esos no eran mis problemas. Pensaba una y otra vez, que era una estupidez pelearse por un trozo de tierra o combatir con individuos de un color distinto. Al fin y al cabo todos somos iguales, todos sentimos lo mismo y no estaremos aquí toda la vida. Las colinas cada vez crecían más, eso significaba que ya estábamos apunto de  llegar. Cuándo de pronto, desprevenidamente comenzaron a caer bombas. Millones de soldados intentando huir para no resultar heridos. De pronto el mar tan azul, lleno de peces, se convirtió en un mar rojo lleno de soldaditos, arrastrados por la corriente. Todo, dentro de lo posible, me parecía ir un poco bien. Aún seguía con vida. Hasta que de pronto sentí un extraño dolor, y al tocarme me di cuenta que estaba herido. Me escondí detrás de una roca, porque sabía que el médico no llegaría, pero si alguien llegará esperaría que recogiera está carta y te la entregará en mi nombre. Para ti con mucho cariño, que mereces saber la verdad. Está carta es para cuando aprendas a leerla. Que tengas un recuerdo mínimo de mí. Cuándo está carta esté en tus manos, quiero que sepas que te quiero y que habrías sido lo más importante en mi vida, así como yo te di la vida. Qué me habría puesto celoso, preguntándote una y otra vez: ¿Cómo es él?
Si te trata bien, que te abrigues al salir, que te portes bien y que hagas las cosas porque tu lo deseas así y no que te influyan los comentarios de montones de cuentistas.
Que no me esperes toda tu vida, por qué no volveré. Y que disfrutes la vida, como si hoy fuera la última vez.



Carta 4

Querido padre:

Desde que tengo uso de razón y memoria, recuerdo que para ti no había nada más importante que mi presencia cerca.
Recuerdo que cuando era pequeño, con muchos compañeros y amigos del parvulario, nos peleábamos una y otra vez, casi siempre llegando al mismo tema o alguno semejante a ese. Siempre relacionado a la familia o los juguetes que teníamos. ¿Qué podría esperarse de la inocencia de los cuatro o cinco años?
Las revoltosas peleas se debían a que nos la pasábamos discutiendo quién era el mejor padre. Qué si el de Jaime, qué si el de Alicia, qué si el mío… Cada uno de nosotros defendiendo a su padre como si fuera un valioso tesoro al que valía la pena conservar, como conservar un frágil cristal tallado con mucho cuidado con un esmeril. Considerándolo ante nuestros antiguos ojos, el más maravilloso regalo. El regalo de la seguridad y estabilidad emocional. Tanto dependía de ti ese cargo, que un día te borraste, como se nubla el paisaje en una noche de niebla. Y olvidaste tus obligaciones, que conllevaron a consecuencias futuras. ¿Dónde quedó todo?
Claro está que al pasar los años me iba dando cuenta, que la relación no daría para más. Sabia perfectamente que algo entre vosotros no funcionaba y que no duraría mucho tiempo más del que había durado. Hasta que un día, sin casi darme cuenta, llego el nefasto día. Mientras vosotros os ahogabais en vuestras penas y problemas. Deprimidos y combatiendo para hundir emocionalmente al otro con la máxima maldad, os olvidasteis de un pequeño detalle. Y es que un hijo se construye como un niño juega a  construir un castillo de arena, desde la base hasta el techo. No dejándolo a medias o quitándole la base principal para que se mantenga y así destruirlo completamente. Recuerdo perfectamente que ninguno de los dos pensó que dentro de mí estaba habitando un sentimiento de preocupación por la rivalidad entre dos amantes que de pronto se peleaban. Estaba claro que en ese momento en vuestro corazón lo único que queríais era alimentar al odio, para así, convertiros en personas detestables, casi podría afirmar con la mayor seguridad que no os importo el sufrimiento que podría tener un niño de diez años ante aquellas escenas satánicas o aquella rivalidad entre dos individuos, que parecían haberse convertido en dos villanos desconocidos.
Quizás mis sentimientos estaban equivocados, pero recuerdo estar arrodillado, cada noche, frente a la ventana, mirando a las estrellas, implorándole una y otra vez que todo ese infierno se acabará de una vez por todas. A veces miraba hacía abajo y me decía una y otra vez: ¡Qué fácil sería si de pronto desapareciera!
Pero nunca me anime a hacerlo, porque sabía que el problema no lo tenía ni lo causaba yo, sino que erais vosotros. Y que al llegar a la edad, me liberaría de vosotros completamente. Pero habían veces en que mis sentimientos se contradecían por qué de la misma manera que te odiaba, también quería que volvieras a casa, siendo alguien respetable y admirable. Pero son ilusiones irrealistas de un niño de diez años. Claramente puedo afirmar que a pesar de los fallos que cometió mi madre, siempre estuvo allí para sacar fuerzas y salir adelante.
Todavía me pregunto: ¿Por qué también te divorciaste de mí?
Habría gritado a los cuatro vientos “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Pero ni el viento se llevaría mis más mínimos suspiros hasta hacerlos llegar a tus oídos, para que te dieras cuenta que aún existía y que aún me importabas tanto como debería impórtate o como me hubiera gustado impórtate. Haber vivido ciertas experiencias y pensar en como se encontraba el mundo en ese momento, me ayudó a definir mis pensamientos, las personas no destacan por sus grandes capacidades y el “Único y creador” no existía. Ninguno de los dos pensó en la ausencia de mi motivación, perdí completamente la ilusión y cambiaba frecuentemente de humor.
Al llegar a la adolescencia, sentía que era un inútil que no le importaba a nadie. Comencé a pensar que uno nace y vive solo. No me importaba nada y comencé a crear un odio ante vosotros, especialmente hacía ti. El respeto que se había sembrado como a una semilla, creció como flor y fue fundida y destrozada por el odio. 

Está carta no es para culparte, sencillamente me pregunto ¿Por qué en ninguno de todos mis cumpleaños nunca me llamaste?




Carta 3

Querida Ursula:

Hace mucho tiempo que no nos vemos, ni que sé nada de ti. ¡Te extraño muchísimo! Aquí las cosas son muy distintas a como eran allí. El colegio me resulta bastante difícil a causa del idioma. Sobretodo es bastante bochornoso tener que hablar delante de toda la clase, especialmente cuando el profesor me fuerza a hablar. Y es que mi acento es bastante extraño para ellos, simuladamente mis compañeros se ríen de mí., para que el profesor no sospeche y no se de cuenta. Los niños y niñas del instituto son algo raros, porque se agrupan entre ellos y no dejan que la gente se integre en su grupo, a menos que sea delante del profesor para quedar bien. Dejarme de lado a la hora del recreo es algo rutinario para ellos y para mí también. Quizás yo no sea de su agrado o no sé encajar en su sociedad o tal vez ellos no permiten que me integre en sus grupos.
Hay veces en las que desearía que no fueran así o me deprimo y tengo ganas de volver a mi origen. Pero prácticamente no puedo, porque soy menor de edad y mis padres no quieren. Seguramente ellos tienen sus motivos para no querer volver, pero yo también tengo los míos para querer marcharme. Y extraño tanto aquellas idas a la playa, reírnos de cualquier cosa y sin saber por qué. Me imagino que habrás hecho nuevos amigos y amigas, yo no. Tan solo la vecina, que es una anciana muy agradable, que siempre se aburre, porque no tiene familia y no tiene nietos. Cuándo puedo la ayudo con sus cosas. Es muy divertido pasar las tardes con ella, es como la abuela que nunca tuve.
Mis padres lo llevan bien, se han integrado muy bien. Y es que los mayores son muy diferentes a los niños.

Me gustaría recibir tu respuesta, explicándome sobre tu llegada al instituto con Julio. Era divertido pasar las tardes con Julio, siempre nos hacía reír con sus chistes sin sentido.  Cuéntame sobre tus amigos, si van muchos de nuestro antiguo colegio, si es difícil...
Cuéntame lo que quieras, yo esperaré con impaciencia tu respuesta.


PD: Espero que nos veamos pronto. Veré si puedo llamarte algún día. Aquí también  es difícil ganarse la vida.