Querida amiga:
Te escribo esta carta desde lo más profundo de mi corazón, por qué hace tiempo deseaba escribirte una. Quiero que sepas que durante estos largos años he pensado mucho en ti y en lo que nos unía, por eso me gustaría aprovechar este momento para escribirte una y recordarte los viejos momentos que hemos vivido juntas.
Seguro que recordarás como jugábamos en la arena, haciendo castillos con muchos muros para que ningún muñeco pudiera invadirlo y que ese castillo fuera indestructible. Recuérdame como personalizábamos a los muñecos dándoles vida y hasta a veces creíamos que estábamos en un mundo irreal dónde los muñecos fingían ser muñecos y los árboles fingían ser árboles. Tan solo para sacarnos información para que se la lleve el viento a oídos ajenos. ¿Recuerdas aquellos días en que estábamos en el bosque y recogíamos montones de palos de madera para hacer una casita? Seguramente recordarás cuando jugábamos con las muñecas en el patio de mi casa, casi siempre mediodías, a la hora de la siesta de mi madre. Cuando nos peleábamos armábamos un gran alboroto que despertaba a mi madre y a los vecinos enfurecidos, porqué en aquella época no comprendíamos ni nos interesaba valorar el cansancio que arrastraban esos adultos, de tanto trabajar para salir adelante con una gran familia. Hasta que en algún momento nos hacían hacer las paces, pero ninguna de las dos se resignaba a pedir perdón. Por unas horas no nos hablábamos, a veces podían pasar uno o dos días, pero luego volvíamos a jugar como si nunca hubiera ocurrido nada. Teníamos la certeza de que estaríamos unidas para siempre, pero el tiempo y los pequeños detalles que nos esconde la vida, nos iba separando, sin casi darnos cuenta. Poco a poco fue pasando el tiempo. Entramos al instituto y encontramos nuevas amistades, que nos parecían mucho más divertidas e interesantes. Estar una con la otra ya resultaba aburrido, por qué nos conocíamos demasiado, que casi el hablar se nos convertía en rutina.
Cuando mirábamos con más detalle, que ropa nos poníamos, cuando no sabíamos que ponernos o estudiábamos cada detalle de lo que llevaban los demás, para ir a una misma moda y caerle bien a la gente. También deseo que recuerdes aquellos hermosos días en la playa, cuando nuestros cuerpos eran jóvenes, nuestro cabello más negro que el carbón y nuestros dientes más blancos que el marfil. ¡Qué divertido era jugar en el agua! Quiero que sepas que mis más maravillosos recuerdos te los has llevado tú. Es divertido que recuerdes también aquellos momentos, en que nos creíamos las dueñas de la verdad, sin ni siquiera tenerla, pero estábamos completamente convencidas de que esa era la única verdad. Hasta que un día en un determinado momento nos decepcionamos por descubrir que las razones que creíamos que eran ciertas, no lo eran.
Cuando comenzamos a abrir nuestras mentes y descubrir los celos de las nuevas amistades, del dolor que podemos provocar una a la otra intencionadamente, no nos dimos cuenta, pero habíamos cambiado totalmente de ser unas niñas a ser unas muchachitas.
A veces me faltaba valor y aliento para acercarme a ti, para decirte las ganas que tenía de volver a hablar contigo y volver a ser tu amiga, con la ignorancia de no comprender que aun que en ese momento permaneciera la distancia, seguiríamos siendo amigas. Sinceramente en aquella época me ganaba más el orgullo, porque si alguna de las dos deseaba volver a hablar, yo no sería la desesperada que se resignaría a dar el primer paso. Para cuando quisieras robarme un minuto de mi tiempo o quisieras arrebatarme el tiempo entero, yo siempre habría estado allí.
Luego continuamos nuestras vidas, olvidando nuestras amistades y dejando atrás el pensar “que tanto le puede importar a los demás”.
Más tarde sentimos la necesidad de aferrarnos a algo, a algo a lo nunca hubieras creído, ni en la generosidad de la gente vulgar y mucho menos en volverte en un individuo gentil o cortés.
Te pido perdón por no estar siempre que lo hubieras necesitado, también te pido perdón por no haber dejado mi orgullo a un lado y haberte hablado cuando era lo que más deseaba.
En fin, solo quiero qué sepas qué nuestro organismo es como una flor, crece, luego se abre, destaca entre la multitud por su gran belleza y luego marchita. Pero los sentimientos me los llevaré conmigo, como tú también te los has llevado. Tu amistad fue un gran regalo, muchas gracias por haber dedicado tu tiempo a estar conmigo y no olvides que mis silencios no significaban olvidos.
Estas sencillas letras desde mi más pequeño rincón son para ti.
Descansa en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario